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“Las Moradas”, obra escrita por Santa Teresa de Ávila y conocida también como “El Castillo Interior”, trata sobre la vida espiritual que la santa comparte con sus compañeras de convento. Es toda una lección magistral, un fruto maduro escrito en sus últimos años, que refleja el estadio definitivo de su evolución espiritual y la “experiencia de Vida”. 

Santa Teresa comienza a escribir “Las Moradas” en tiempos recios y borrascosos, en el año 1577, con 62 años. Lo hace con muchas dudas y por obediencia, ya que no sabía cómo empezar: “Pocas cosas que me ha mandado la obediencia, se me han hecho tan dificultosas como escribir ahora cosas de oración; lo uno, porque no me parece me da el Señor espíritu para hacerlo ni deseo; lo otro, por tener la cabeza tres meses ha con un ruido y flaqueza tan grande, que aun los negocios forzosos escribo con pena. Mas, entendiendo que la fuerza de la obediencia suele allanar cosas que parecen imposibles, la voluntad se determina a hacerlo muy de buena gana, aunque el natural parece que se aflige mucho; porque no me ha dado el Señor tanta virtud que el pelear con la enfermedad continua y con ocupaciones de muchas maneras se pueda hacer sin gran contradicción suya. Hágalo el que ha hecho otras cosas más dificultosas por hacerme merced, en cuya misericordia confío” 

En el escrito se puede percibir una fase de base antropológica que conforma las primeras moradas donde aparece la afirmación del ser humano y de su dignidad; su interioridad espaciosa donde dentro del alma es capaz de Dios, sede del Espíritu y de la Trinidad; una fase central cristológica: plenitud del misterio de la muerte y de la resurrección, que actúa en el cristiano con  la inserción y transformación en Cristo en las quintas moradas,  y un punto de llegada trinitario: la “divinización”, la profunda experiencia de Dios y de su presencia, para elevar al máximo potencial la acción de la persona humana en favor de los demás, en las últimas moradas.

Para Teresa no hay oración sin coherencia en la vida concreta, y esta tiene su tabla de valores en el amor a los demás. No se trata de pensar mucho, sino de amar mucho; pero el amor es determinación y obras más que sentimiento y emoción.

“Las Moradas” es el modo que Teresa de Jesús encuentra para compartir su experiencia de vida espiritual utilizando un lenguaje simbólico a través de elementos estéticos y espaciales como las estancias de un castillo que ocultan lo que es explícito. Con una primera parte ascética correspondiente a las tres primeras moradas, de autoconocimiento y control de la naturaleza de nuestro ser, de lucha contra el mal del pecado que reside en nuestros vicios y de una interiorización que nos lleva a una unión transcendente con lo divino; la cuarta morada serviría de anillo de enlace con las tres últimas que nos muestra los efectos de la vida mística y de la gracia divina, en la esfera de lo sobrenatural.

El colegio de las Teresianas de Barcelona, cuyo promotor es San Enrique de Ossó y Cervelló, fundador de la Congregación y de la Compañía de Santa Teresa de Jesús, es construido con el objetivo de mejorar la situación de las jóvenes a través de la enseñanza, con la formación de mujeres según el espíritu de Santa Teresa de Jesús. El día 1 de septiembre de 1888 se comienzan las obras y el 21 de octubre, día de la coronación de la Mare de Déu de la Mercè, se pone la primera piedra del edificio proyectado por el arquitecto Joan Bautista Pons i Trabal. El edificio tendrá una planta en forma de U, de unos 85×18 metros aproximadamente, construido con materiales austeros, para poder garantizar su mínimo coste. Es un edificio de estilo bizantino, cuyas premisas son la elegancia, severidad y economía. Mide la fachada parcial o lateral 60 metros, que con el cuerpo saliente de en medio, tendrá 71 metros. 

Cuando Gaudí recibe el encargo con la obra ya empezada cambia la estructura del proyecto quitando la cubierta inclinada y el balcón porticado para realizar una cubierta plana almenada, realizando patios interiores para una mayor entrada de luz. Se tiene constancia del cambio de arquitecto en una carta del 25 de marzo de 1889 donde el Padre Ossó hace referencia por primera vez a Gaudí como arquitecto responsable de las obras y donde describe la fachada como “Majestuosa y bella a medida que se hacen los pisos; lo cual da carácter y esbeltez al edificio. Pronto se colocará en la fachada un gran escudo de la Compañía, que podrá descubrirse perfectamente viendo los viajeros que circulan en el tren de Sarriá. El remate del edificio ostentará algunas de las insignias de la seráfica doctora, le dará todavía más realce”. Se acaban las obras a finales de 1889 y se pretende inaugurar oficialmente el mes de enero de 1890. Pero una epidemia de dengue hace retrasar la apertura del colegio más grande construido en Sant Gervasi, hasta el mes de mayo. Enrique de Ossó describe la obra como grandiosa en el original y comenzará a dar servicio a su triple misión de colegio Primario de Estudios, sede del Consejo General e internado de chicas. Desde este centro llamado por Ossó Colegio Modelo se daban las pautas del estilo educativo para el resto de colegios que se iban fundando.

El hecho de añadir almenas en la cubierta es la prueba más evidente de que quería convertir la estructura del colegio en un castillo a pesar de los pocos medios económicos, inspirado en el libro de Las Moradas o Castillo Interior de Santa Teresa. Es contemporánea la construcción del palacio episcopal de Astorga donde también se evidencia la estructura de castillo de piedra, con su foso, reflejo de la simbología de la mística castellana.

 

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